En la Viena de 1805 había que ser un analfabeto político para no enterarse de que una ópera sobre la liberación de un preso tenía algo que ver con la Revolución Francesa. En esta primera versión de la que sería Fidelio, una multitud enfurecida reclamaba la libertad de Florestan. El éxito de esta ópera llegó, no obstante, en 1814, en una revisión en la que las turbas fueron reemplazadas por un ministro justiciero: Viena acogía por entonces el célebre congreso que ratificó la defunción de los ideales revolucionarios y la restauración del Antiguo Régimen, y Beethoven supo –esta vez sí– adaptarse al espíritu de los tiempos.

Cuando el fin de la II Guerra Mundial «devolvió su significado original a la dignidad humana», el director de orquesta Wilhelm Furtwängler postuló la «nostalgia de la libertad» como verdadero tema central de esta obra. Ambigua y poliédrica, Fidelio constituirá el pórtico a GUERRA Y LIBERTAD, la primera línea temática de la presente temporada sinfónica.